martes, 21 de noviembre de 2017

Cuando Antequera fue la capital de la poesía


Hubo un tiempo en el que Antequera estuvo entre las diez ciudades más importantes de España. Fue en el tránsito entre los siglos XVI y XVII cuando la ciudad del Torcal sobrepasaba ampliamente los 20.000 habitantes (la  novena de España por población) siendo además un importante foco cultural con escultores y escritores de renombre. Según el poeta y filólogo de la Generación del 27, Dámaso Alonso, Antequera fue en el siglo XVII la ciudad con más poetas en relación a su población, fue el tiempo de la Cátedra de Gramática de la Real Colegiata de Santa María y de la Escuela Antequerano-Granadina, un grupo poético que precedió a los grandes poetas del Siglo de Oro español.

En torno a la Cátedra de Gramática (una especie de bachillerato con gran presencia de enseñanzas clásicas) se juntó en Antequera un importante grupo poético donde destacaron escritores como Pedro Espinosa, Cristobalina Fernández de Alarcón, Luís Martín de la Plaza o Agustín de Tejada. También pertenecieron a la escuela antequerano-granadina Hernando de Acuña, Diego Hurtado de Mendoza, Jorge de Montemayor, Juan Latino,  Luis Barahona de Soto, Pedro de Padilla y Gaspar de Baeza.

La poeta Cristobalina Fernández de Alarcón está considerada una de las mejores escritoras españolas de todas las épocas, aunque no es muy amplia la obra que se conserva de ella.



Si bien hubo cátedras similares en otras ciudades, solo en Antequera se produjo un fenómeno literario de este calibre, mérito que se atribuye al preceptor de la cátedra, Juan de Vilches. Las fuentes clásicas primaron la producción del grupo poético antequerano, fundamentalmente Horacio y Virgilio. La actividad literaria que tuvo Antequera se demuestra además con la presencia de una fuerte tradición de la imprenta en la ciudad.


Pedro Espinosa

Siempre que se habla de esta escuela, se destaca como máximo representante a Pedro Espinosa. El autor antequerano recopiló los mejores frutos poéticos de los antequerano-granadinos, de la escuela sevillana e incluso otros autores de la corte como Lope de Vega, ya que viajó a Valladolid. Allí, y como resultado de todas sus recopilaciones, publicó en 1605 la obra Flores de poetas Ilustres, un compendio de la poesía de los mejores autores del momento, que no obstante, no triunfó en la época, pero que ha hecho que muchos de aquellos poemas de los autores antequeranos se conserven hoy en día.

Dicen que el escaso éxito del libro y el rechazo que sufrió por parte de Cristobalina Fernández de Alarcón, hicieron que Pedro Espinosa se ordenase como fraile, siendo ermitaño de la Iglesia de La Magdalena a las afueras de Antequera y posteriormente de la ermita de la Virgen de Gracia en Archidona. Cambió su vida y cambió totalmente la temática de su obra hacia temas religiosos.

Con motivo del quinto centenario de la publicación de la antología de Espinosa, un congreso en la propia Real Colegiata de Santa María La Mayor conmemoró aquel esplendor de la poesía antequerana. Hoy, una estatua que representa a Espinosa preside la plaza bautizada como de Los Escribanos en la parte alta de la ciudad, a pies de la Colegiata.

El otro gran poeta de la historia de Antequera junto a Pedro Espinosa ha sido José Antonio Muñoz Rojas, ya en el siglo XX, escritor de la Generación del 36 que fue premiado con el Premio Nacional de Poesía en 1998 por el libro Objetos perdidos y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2002 por el conjunto de su obra donde destacan libros como Cantos a Rosa o Las cosas del campo.

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